Investigadores del CAB descubren por primera vez en el espacio etanolamina, molécula clave en el origen de la vida

Etanolamina en el espacio
Descubrimiento de etanolamina en la nube molecular G+0.693-0.027 situada en el centro de nuestra Galaxia. Créditos: V.M. Rivilla y C. Briones (CAB) / cámara IRAC4 a bordo del Telescopio Espacial Spitzer (NASA).

Un equipo científico internacional liderado por el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) ha detectado por vez primera etanolamina en el espacio interestelar. La etanolamina forma parte de los fosfolípidos, las moléculas que constituyen las membranas celulares. Este descubrimiento ayudará a entender la evolución de las membranas de las primeras células, un tema crucial en el estudio del origen de la vida.

La aparición de membranas celulares representa un hito crucial en el origen y la evolución temprana de la vida en la Tierra, ya que se encargan de mantener unas condiciones estables en el interior de las células, protegiendo tanto el material genético como la maquinaria metabólica. Aunque las membranas de todas las células que existen en la actualidad están hechas de fosfolípidos, todavía hay un gran debate en torno a la naturaleza de las primeras membranas y al propio origen de los fosfolípidos.

Un equipo científico internacional y multidisciplinar de astrofísicos, astroquímicos y bioquímicos liderado por Victor M. Rivilla, investigador del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), acaba de hacer un descubrimiento de enorme importancia para la astrobiología, y que ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS). Se trata de la primera detección en el espacio de la etanolamina (NH2CH2CH2OH), una molécula que contiene cuatro de los seis elementos químicos fundamentales para la vida, puede actuar como precursora del aminoácido glicina, y además forma parte de los fosfolípidos más simples (y los segundos más abundantes) que constituyen las membranas celulares.

El descubrimiento de esta importante molécula prebiótica se ha producido concretamente en la nube molecular G+0.693-0.027, situada cerca del centro galáctico, utilizando para ello el radiotelescopio IRAM de 30 metros de diámetro de Pico Veleta (Granada) y el de 40 metros del Observatorio de Yebes (Guadalajara). Como señala Rivilla, “Estos resultados sugieren que la etanolamina se sintetiza eficientemente en el espacio interestelar en nubes moleculares donde se forman nuevas estrellas y sistemas planetarios”.

Los investigadores han hallado que la abundancia en el medio interestelar de la etanolamina en relación con la del agua indica que la etanolamina se formó probablemente en el espacio y pudo más tarde ser transferida a los gránulos que forman los asteroides, de los cuales provienen los meteoritos. «Sabemos que un amplio repertorio de moléculas prebióticas podría haber llegado a la Tierra primitiva a través del bombardeo de cometas y meteoritos”, señala Izaskun Jiménez-Serra, investigadora del CAB y coautora del estudio. “Estimamos que alrededor de mil billones (¡un 1 seguido de 15 ceros!) de litros de etanolamina podrían haber sido transferidos a la Tierra primitiva a través de impactos meteoríticos. Esto equivale al volumen total del lago Victoria, el más grande de África por área», añade Jiménez-Serra.

Los experimentos que simulan las condiciones químicas en la Tierra primitiva confirman que la etanolamina podría haber colaborado en la producción de los fosfolípidos más simples en esas épocas tempranas de nuestro planeta. Para Carlos Briones, investigador del CAB en bioquímica y biología molecular, y coautor del estudio, «La disponibilidad de etanolamina en la Tierra primitiva, junto con glicerol, grupos fosfato y ácidos o alcoholes grasos, pudo haber contribuido a la evolución de las membranas celulares primitivas. Esto tiene importantes implicaciones no sólo para el estudio del origen de la vida en la Tierra, sino también en otros planetas y satélites habitables dentro del Sistema Solar o en cualquier parte del Universo».

El descubrimiento de la etanolamina viene a sumarse a las importantes contribuciones que ha hecho el CAB en el campo de la química en el medio interestelar, incluyendo las primeras detecciones en el espacio de otras moléculas de gran interés astrobiológico, como la hidroxilamina o el ácido tiofórmico. Es destacable que Briones y Jiménez-Serra, coautores del presente trabajo, coordinan el Reto de Investigación “The origins of life: from chemistry to biology” dentro de la Temática Estratégica “Origins, (co)evolution, diversity and synthesis of life” en los Libros Blancos del CSIC 2030.

La búsqueda en el medio interestelar de moléculas precursoras de la química prebiótica continuará en los próximos años. «Gracias a la mejora de la sensibilidad de los radiotelescopios actuales y los de próxima generación, seremos capaces de detectar en el espacio moléculas cada vez más complejas y que pudieron dar lugar a los tres componentes moleculares básicos de la vida: los lípidos (que forman las membranas), los ácidos nucleicos ARN y ADN (que contienen y transmiten la información genética), y las proteínas (que se encargan de la actividad metabólica)», señala Rivilla. «Comprender cómo se forman estas semillas prebióticas en el espacio podría ser clave para entender el origen de la vida», concluye Rivilla.

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